Color, biodiversidad, claridad cristalina, frío glacial, aventura: Bucear junto a los icebergs de Groenlandia, en torno al círculo polar ártico es una experiencia sin parangón. Quien se sumerge en estas aguas, necesita una piel bien gruesa.

Groenlandia se dice Kalaallit Nunaat en la lengua local y significa «país de los hombres». El nombre confunde ya que la mayor isla del mundo, de 2.650 kilómetros de largo y un máximo de 1.000 kilómetros de ancho, es la superficie menos habitada de Europa.

Sólo hay un centro de buceo en el todo país puesto que no cualquiera puede sumergirse en las aguas de esta enorme nevera.

Las temperaturas pueden bajar por debajo de los cero grados centígrados; los dientes se clavan en la boquilla; el pistón de la primera etapa del regulador trabaja forzado; el consumo de aire iguala al de un principiante incluso en el caso de buceadores profesionales.

Sin embargo, bucear al lado y debajo de los icebergs compensa todas las dificultades y es una de las experiencias más impresionantes que puede vivir un submarinista.

La base está situada en Sisimiut, en la costa occidental. No lejos de la ciudad crece un bosque de algas con variopintos habitantes: enormes soles de mar, cochombros, erizos y babosas viven junto a peces como escorpiones, bacalaos, leones marinos, perros del norte y cangrejos de aspecto fantasmagórico.

Se han encontrado incluso pecios: el Borgin, una goleta de tres mástiles y un barco de prisioneros portugués.

También se ofrecen excursiones a la bahía de Disko situada al norte, frente a llulissat.

De los icebergs grandes pueden desprenderse trozos fácilmente, por lo que, por seguridad, los guías de buceo suelen elegir para las inmersiones icebergs más pequeños, redondos y lisos. La visibilidad alcanza en verano entre 10 y 15 metros con unos siete grados centígrados.

Cada grado de menos aporta unos cinco metros más de transparencia. En invierno, la visibilidad es fabulosa, oscilando entre los 50 y 60 metros.

Sólo una octava parte de los icebergs se encuentra sobre la superficie; la mayor parte está bajo el agua. El panorama de esta arquitectura de hielo flotante es indescriptible y garantiza una experiencia única.

El carácter imponente imponente y extraño, los colores, la luz y los reflejos convierten estas aguas en un escenario mágico. Se echa de menos el silencio reinante bajo las olas: se escuchan crujidos y chasquidos que provienen del desprendimiento de trozos de hielo que se precipitan en la corriente.

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