En el norte de la isla sur de Nueva Zelanda se encuentra el manantial de agua dulce más grande y popular del país. Debido a que la visibilidad alcanza exactamente 62 metros, sus aguas son consideradas de las más transparentes del mundo.

Desde hace algún tiempo, los maoríes, los habitantes autóctonos de Nueva Zelanda, están preocupados ya que Huriawa, el espíritu del agua, es molestado en su descanso por los turistas. Según sus creencia, él habita y vigila el más noble de los manantiales: Waikoropupu Springs. Las claras aguas son una verdadera atracción y hoy se recomiendan en cualquier guía, lo que ha convertido el lugar sagrado de los maoríes en un lugar muy concurrido.

Nadie que viaje a Nueva Zelanda debe perderse este cristal de aguas azuladas y aturquesadas con los incontables tonos verdes de la flora acuática. La zona era antes propiedad privada, pero puede visitarse desde que se convirtió en parque nacional en 1977. En temporada alta hay que hacer cola para poder sumergirse y observar bajo la superficie del agua durante un máximo de 15 minutos. Las condiciones son estrictas, el número de personas y el tiempo de buceo están limitados y cada visitante debe inscribirse en un libro a la entrada. No se sabe exactamente durante cuánto tiempo seguirá esto así, ya que los maoríes quieren bloquear la entrada de los buceadores a los manantiales.

El agua de la fuente principal brota a mucha presión desde una grieta de siete metros de profundidad. Salen de 7 a 21 metros cúbicos por segundo. El agua viene del Takaka River, situado a 16 kilómetros. Tras filtrarse, puede tardar 10 años en salir. Su extrema claridad se debe a la acción de filtros naturales y un sistema de túneles artesiano. La dolina principal mide sólo 42 metros de diámetro. Con espejos y técnica láser se ha medido una visibilidad horizontal de 62 metros. La temperatura de 11,7 grados centígrados se mantiene constante todo el año.

Diversos musgos prosperan en el fondo junto a nomeolvides de agua. Los berros se elevan hasta la superficie y en la orilla crecen juncos e incluso o hierba roja. En grietas se esconden algunos crustáceos de agua dulce y hay pocos peces.

Si uno se queda . muy quieto, el jardín acuático se refleja en la superficie del agua, creando un escenario fantástico. Varios metros bajo la fuente hay , otras salidas de agua cristalina en una superficie arenosa pero no son tan profundas.

El agua brota permanentemente. Se forman pequeños volcanes de arena y parece como si la arena bailara salvajemente. Por esto, los maoríes llamaron «Dancing Sands» a este insólito biotopo.

Estas fuentes son demasiado pequeñas para los buceadores y no son accesibles, por lo que la atracción sólo puede contemplarse desde arriba.

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